Los investigadores han hallado un planeta parecido a la Tierra en la órbita de la estrella Próxima Centauri, a poco más de cuatro años luz. De aceptar el entusiasmo de los descubridores, deberíamos pensar que estamos ante un gran hallazgo. El planeta de marras, al que han llamado Próxima b, se encuentra a la vuelta de la esquina (¿qué son cuatro años luz, a fin de cuentas?) y, dicen, “podría ser apto para la vida”.
Algunos han puesto en marcha la imaginación esperando que este planeta sea el primer destino del primer viaje interplanetario. Ganas no faltan. El terrícola lleva decenios acusando cierta orfandad planetaria. Somos varios millones de habitantes, pero excesivamente similares. Algunos quisieran poder compartir agujeros negros con habitantes de otros planetas. Si nos aburrimos del cónyuge, el trabajo o la vivienda, ¿por qué no habríamos de aburrirnos de la humanidad entera? Necesitamos congéneres inéditos que alimenten nuestros estímulos desde lo desconocido. Han pasado siglos desde que Colón desembarcase junto a un grupo de indios en taparrabos tras hacer las Américas, y desde entonces no tenemos constancia irrefutable de otros alienígenas procedentes de mundos ignotos que hayan puesto los pies en este cenagal.