La política puede llegar a ser una profesión tan dañina como difícil. Dañina, porque en muchas ocasiones no solo no soluciona nuestros problemas sino que los agrava o incluso crea otros. Y difícil, porque gobernar para personas con sensibilidades e intereses tan diferentes es como picar hormigón.
Aun asumiendo la especial dificultad en un tema como Cataluña, Rajoy no podría haberlo hecho peor. Don Mariano, a quien le ha ido tan bien tomando mojitos en las trincheras mientras la oposición hacía turnos para pegarse un tiro en el pie, ha descubierto que la pasividad no funciona en Cataluña. Ya sabe que si uno no toma la iniciativa, tu rival lo hará por ti. Pero ojo: que se haya percatado de su error no quiere decir que vaya a repararlo. Y ahí sigue, pasmado mientras consulta el oráculo.